sábado, 21 de agosto de 2010

Mujeres azules.



Las veo.
Corto o largo, no importa, su alma se refleja en cada hebra, en cada rayo de luz que las atraviesa.
Sus ojos son tan diferentes, un abanico de sentimientos cafés, verdes, azules, grises y negros.

De piel clara, oscura y cobriza.
Tersos cuerpos de belleza infinita, escondida en cada orificio de sonrisas, besos y mordidas.

Todas han llorado.

¿Han reído?

Todos han deseado.

¿Lo habrán conseguido?

Varios hombres creen que es difícil comprenderlas.

¿Por qué es así?

Tanta seducción, dulzura, pasión...

¿Acaso la felicidad es algo fácil de encontrar?

Todas son especiales.

No importa si una es más alta o clara.
No importa de que región sean.
No importa si las curvas de una son más pronunciadas.
Si los pliegues de piel sean caminos trazados en algunas con más fuerza que otras.

Pase el tiempo que pase, todas ustedes son las mujeres azules.

De agua dulce y salada.

Son la continuidad.

La gota que cada hombre espera con la boca entre abierta.

Los pétalos que se abren a tomarlas

El desierto, árido y seco que ansia su humedad, su llegada abrupta y su partida, dejando la tierra agrietada.

La selva que disfruta todas sus caricias, en cada hoja, en cada rama.

La vida misma se escurriría en tus párpados, agua.

En tu boca agua, todo es un mar.

En tus ojos agua, el secreto de la prosperidad se mantiene.

En tu camino al interior el amor y el deseo se asoma ¿Quién no daría la vida para tener ese pasaje?


¿Mujer azul, aún piensas que no vales nada?

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