lunes, 16 de mayo de 2011

El contador de ovejas.

Julián yace con expresión ansiosa en su cama. Desde hace días que no ha podido dormir, pero esa no es la razón por la que está ansioso.
Los días de su insomnio le llevaron a descubrir, que su abuelo, en las noches salía del casa con una cuerda en la mano y que después de largo tiempo regrezaba, sin soga en sus manos. Julian, emocionado por ese acertijo nocturno decidió esperar esa noche y seguir a su abuelo.

El chirrido de la puerta del abuelo se oye. Julián se entumece y con los ojos entrecerrados ve la sombra de su abuelo cruzar por el umbral de su cuarto. Nada parece delatarlo, a excpeción de la puerta de la casa al cerrarse. Lo sigue. Sale de la casa y sube las altas colinas que rozan el cielo en dirección al rebaño.

No encuentra a su abuelo. Acelera el paso. Un berrido aterrorizado lo toma de sorpresa. Se da media vuelta y encuentra a su abuelo. Él está forcejenado con un lobo de ojos rojos. Julián suelta un grito. Su abuelo lo escucha, sabe que es él. Se empeña en su lucha y al poco rato asfixia al lobo con la soga que cargaba.Las ovejas, que estaban a su alredador como los espectadores de una lucha abren paso al hombre viejo que se encamina a su nieto.

-Ahora podrás dormir -le dice el hombre acariciando de forma afectuosa su cabeza.

Julián, todavía atemorizado asiente, cuando un golpe de sopor lo hace caer en el suave pasto. Las ovejas se acercan. Julián las mira y empieza a contarlas.

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