lunes, 16 de mayo de 2011

Los lentes.


Se despierta y busca sus lentes. No los encuentra en el buró que está al lado de la cama. Se levanta, con la nube de confusión que sus ojos tejen con su ceguedad. Da varios pasos y sus manos, imitando el movimiento de los hombres borrachos se tropiezan en los estantes.
No podré salir de casa. Dijo la mujer para sí, con cierto alivio, pues se sentía muy cansada. Al abandonar este pensamiento sale de su cuarto y se vuelve a encontrar con la marea borrosa que inunda sus ojos. Da seis pasos y en el séptimo se tropieza y cae al piso. Trata de levantarse, no lo logra. Comienza a sentir como de su nariz emana un pesado fluido. Es sangre. Piensa. Quiere intentar levantarse de nuevo, pero un maullido le detiene. Es su gato. Alza la cara y con sus ojos de topo mira una masa obscura más grande que de costumbre. Gatito, gatito. Susurra sin mucha emoción. El gato muerde su boca.

Grita y su visión se vuelve rojiza. Implora por ayuda. Nadie escucha. Pasan los minutos, el gato se va.

Semanas después los bomberos encuentran su cuerpo, y por petición de sus padres buscan sus lentes. Éstos estaban incrustados en la espalda del gato.

Fin.

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